¿Qué es la cuaresma? Podríamos decir que es un tiempo litúrgico y todo eso. Pero creo que se entenderá mejor con un ejemplo.
Imaginad una persona que va a correr un maratón. Suele ser alguien que habitualmente practique deporte, que lleve una vida sana y que esté habituada a entrenarse. Eso es lo que solemos hacer el resto del año como cristianos: intentar seguir los pasos de alguien llamado Jesús, practicando lo que él hizo: con oración, catequesis, yendo a misa los domingos, etc. Pero, a medida que se va acercando la fecha del maratón, esta persona se programa un entrenamiento aún más concienzudo con el fin de estar bien preparado y así poder alcanzar los primeros puestos en el podio.
Nuestro maratón se llama PASCUA DE RESURRECCIÓN y, si normalmente intentamos vivir según Cristo resucitado, cuando se acerca esta fecha intensificamos nuestro entrenamiento como cristianos. A esta etapa de entrenamiento inmediatamente anterior a la fecha de la pascua la vamos a llamar cuaresma. Se trata de vivir más intensamente y prepararnos con mayor tensión para vivir de una forma plena la mayor fiesta de los cristianos.
Lo mismo que el corredor en su entrenamiento se pone a trabajar a tope, lo mismo nosotros. El corredor se programa una serie de ejercicios en su entrenamiento: calentamiento, sale a correr, ejercicios de control de la respiración, además de una dieta equilibrada, respeto de las horas de sueño y descanso, se machaca en el gimnasio, etc., nosotros en la cuaresma también nos programamos una serie de ejercicios que nos entrenen para nuestro maratón. De entre estos ejercicios, hay tres que nos propone la tradición de la Iglesia y que nos van a venir de maravilla para nuestro propósito: la oración, el ayuno y la limosna.
La oración debe ser una constante en la vida del cristiano, si no, ¿cómo vamos a conocer a aquél que seguimos? Pero en este tiempo se intensifica la oración, apoyada fundamentalmente mediante la lectura y profundización de la Palabra de Dios. De esta manera conectaremos mejor con la conversión personal que Dios quiere.
El ayuno es la privación voluntaria de tomar determinadas cosas que nos gustan. A veces se suele quedar en no tomar alimentos, pero hay otro ayuno que sí nos vendría muy bien: el del consumo, la televisión, el critiqueo, el acompañarnos solo de quien nos cae bien, el pensar sólo en nosotros mismos, el caer en los prejuicios, etc.
La limosna nunca puede caer en el limosneo. Me explico, a veces la limosna busca más limpiar nuestra conciencia que de verdad entregar algo de lo nuestro para que le ayude a los demás. Por eso, más que arrascarnos el bolsillo, nuestra limosna podría consistir en promover más el diálogo en casa, regalar una sonrisa a aquella persona con la que nos encontramos, dedicar nuestro tiempo a acompañar a los enfermos, comprometernos con alguna causa social y solidaria, buscar cauces de perdón con alguien con quien nuestra relación se haya deteriorado, etc.
Si nos entrenamos bien seremos capaces de llegar a la meta satisfechos de nosotros mismos y, sobre todo, mucha gente será la que salga beneficiada de nuestro entrenamiento. Con tesón, ganas y, sobre todo, sabiendo que alguien nos empuja desde “arriba”, viviremos con mayor intensidad la Pascua de Resurrección y nos sentiremos de verdad resucitados, experimentaremos que, de verdad, Dios ha pasado por nuestras vidas.