miércoles, 21 de octubre de 2009

La oración

Comenzamos esta serie de artículos aclarando el concepto de oración. Pudiera parecer obvio, pero no creo que lo sea tanto.

Lo primero que hay que diferenciar es rezo de oración. Un rezo es la recitación de una plegaria o fórmula, compuesta previamente por alguna persona. Por ejemplo, el padrenuestro, el rosario, el avemaría, el ángelus, o cualquiera de las alabanzas de la misa (el gloria por ejemplo). Estas fórmulas pueden ayudar a entrar en la oración, pero no son propiamente oración.

Tampoco se puede considerar propiamente oración un pensamiento hacia Dios, como por ejemplo un suspiro con su correspondiente “¡Ah, Dios mío!”. Es cierto que estos pensamientos o sentimientos predisponen a la persona para la oración, pero no son propiamente oración.

Entonces, ¿qué es la oración? Pues llamamos oración a un encuentro íntimo y personal con Dios. Yo suelo definirla como: “tomar café con Dios”. Debemos ser conscientes de que estamos ante otra persona y entablar un diálogo con esa Otra Persona, desde el interior, aunque a veces no haya propiamente un diálogo verbal. Dos amigos pueden estar juntos y comunicarse multitud de cosas o sentimientos, sin pronunciar una sola palabra.

Debemos predisponernos para ese encuentro, ser conscientes de él, dedicarle un tiempo adecuado y, sobre todo, ir constatando que ese encuentro, con el tiempo, va transformando nuestra vida. Hay que tener en cuenta que si nuestra vida no cambia, es que algo está fallando en la oración.

Hay muchas personas que afirman que toda la vida debe ser oración, y esta afirmación hay que matizarla. Claro que toda nuestra vida debe ser oración, pero en el sentido de que debemos ser conscientes siempre que estamos en la presencia de Dios. Pero eso no puede hacer que no le dediquemos un tiempo determinado a ese encuentro con Dios. Toda nuestra vida debe ser oración, pero también debemos dedicar tiempo a hacer oración propiamente dicha.