lunes, 8 de febrero de 2010

Dónde hacer oración

Este mes nos vamos a centrar en el lugar para hacer la oración, que también es un elemento importante a tener en cuenta. No es necesario que sea necesariamente en una iglesia o capilla; puede ser otro lugar, ya que Dios está en todas partes y, además, no siempre disponemos de un lugar de culto abierto y silencioso para poder dedicar un rato a la oración bien hecha. Pero debemos estar atentos, porque no cualquier sitio es bueno para poder dedicarnos a esta labor tan importante.

El lugar debe reunir una serie de condiciones: debe ser un lugar tranquilo, que no provoque distracciones, que nos ayude a concentrarnos, donde haya fundamentalmente silencio o, al menos, no lleguen demasiados ruidos estridentes. Por ejemplo, el campo o un lugar en medio de la naturaleza sería bastante adecuado, ya que aunque podamos oír el trino de los pájaros, el correr de un arroyo o el siseo de las hojas al ser movidas por el viento, son sonidos armónicos y no perturbadores. Sin embargo, no es nada recomendable hacerlo en medio de una calle con mucho tráfico o en medio de un mercado. En definitiva, el lugar escogido debe convidar al recogimiento y a la concentración del espíritu. Y, sobre todo, recordar que la soledad puede ser la mejor compañera de la oración bien hecha.

Pero lo más normal es que tengamos que hacer ese rato de oración en nuestra propia casa, por ser el lugar más asequible. Para ello debemos buscar una habitación lo más tranquila posible, alejada de ruidos y donde apenas nos molesten. Hay a quien le ayuda introducir algún elemento que haga que ese espacio sea, en ese momento, un lugar especial: por ejemplo quemando un poco de incienso, encendiendo una vela, poniendo una música relajante, disminuyendo la intensidad de luz, etc. Son elementos que pueden ayudar a entrar y estar en la oración, pero también debemos tener en cuenta que también pueden convertirse en elementos que perturben y distraigan. De ahí que debamos tener cuidado y, en el momento en que notemos que nos distraen o condicionan nuestra oración, debemos eliminarlos. Por ejemplo, si estamos acostumbrados a encender una vela, el día que veamos que sin encender la vela no podemos hacer oración, es el momento para no volver a encender ninguna vela más.